Página:Diez años de destierro (1919).pdf/96

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
94
 

bres que le debían los puestos que ocupaban, estaban comprometidos a servir la revolución que intentaba derrocarle: le importaba, pues, que en adelante todos sus agentes se creyeran perdidos sin remedio, si caía su amo; y, sobre todo, al apoderarse de la corona, deseaba inspirar tal terror, que nadie le resistiera. Con un solo acto violó el Derecho de gentes europeo, la Constitución, tal como aún estaba vigente, el decoro público, los sentimientos humanitarios y la religión. No era posible ir más allá de tal acción; luego todo era de temer de quien la había cometido. Durante algún tiempo se creyó en Francia que la muerte del duque de Enghien era la señal de un nuevo período revolucionario, y que el patíbulo iba a levantarse otra vez.

Pero Bonaparte sólo quería enseñar una cosa a los franceses, y era que lo podía todo, a fin de que le agradeciesen el mal que dejaba de hacer, como se agradece a otros un beneficio. Con sólo dejar vivir parecía clemente, pues ya se había visto con cuánta facilidad daba la muerte.

Rusia, Suecia, sobre todo Inglaterra, se quejaron de la violación del Imperio germánico; pero los príncipes alemanes se callaron, y el débil soberano, en cuyo territorio se cometió el atentado, pidió, en una nota diplomática, que no se hablase más de lo ocurrido. Esta frase benigna y velada para designar un hecho de tal calibre, caracteriza la bajeza de esos príncipes, para quienes su soberanfa sólo consistía ya en sus rentas, y que