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DE DIÓGENES LAERCIO.

sus discursos según las ocurrencias. Redujo con sus amonestaciones a su hijo Lamprocles a que respetase a su madre, con la cual se portaba duro e insolente, como refiere Jenofonte. Igualmente que removió a Glaucón, hermano de Platón, de meterse en el gobierno de la república según pretendía, para lo cual era inepto; y, por el contrario, indujo a Cármides a que se aplicase a él, conociendo era capaz de ejecutarlo.

11. Avivó el ánimo de Ifícrates, capitán de la república, mostrándole unos gallos del barbero Midas que reñían con los de Calias. Glaucónides lo tenía por tan digno de la ciudad como un faisán o pavo[1]. Decía que «es cosa maravillosa que siendo fácil a cualquiera decir los bienes que posee, no puede decir ninguno los amigos que tiene»: tanta es la negligencia que hay en conocerlos. Viendo a Euclides muy solícito en litigios del foro, le dijo: «¡Oh Euclides!, podrás muy bien vivir con los sofistas, pero no con los hombres». Tenía por inútil y poco decente este género de estudio, como dice Platón en su Eutidemo. Habiéndole dado Cármides algunos criados que trabajasen en su provecho, no los admitió; y hay quien dice que menospreció la belleza de cuerpo de AIcibíades. Loaba el ocio como una de las mejores posesiones,

  1. Como suele estimarse un ave rara y peregrina por la vista y aun por el sabor. - Kuhnio.