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Página:Diogenes Laercio Tomo I.djvu/209

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LIBRO III.


—¿Cómo, si no es posible
sea el primero quien proviene de otro?
Así que no hay primero ni segundo.
Pero en aquellas cosas que a nosotros
competen, establezco lo siguiente:
Quien al número par o impar añada
una parte o la quite, ¿por ventura
quedará el mismo número primero?
—No quedará, por cierto.
—Y si uno añadiese a la medida
de un codo, otra medida fija y cierta,
o bien la sustrajese,
tampoco quedaría el codo mismo:
¿No es así? Ahora bien, pues considera
con atención los hombres,
verás que uno creciendo, otro menguando,
todos están en mutación continua;
y aquello que se muda,
según naturaleza,
y en un estado mismo no persiste,
va siendo diferente de lo que era.
Aun tú y yo fuimos otros
ayer, mas hoy ya somos diferentes,
y aun otros mañana. Así, que nunca,
por la dicha razón, somos los mismos.

8. Además de esto, dice Alcimo lo siguiente: «Los sabios afirman que el alma percibe unas cosas por medio del cuerpo, v.gr.: oyendo y viendo; y otras las advierte por sí misma, sin ministerio