vigorosamente. Amábanlo a él Demócares, hijo de Laqueto, y Pitocles, hijo de Bouselo, y el recibirlos, decía, era por su mucha clemencia. Por estas cosas lo murmuraban y motejaban los arriba dichos, como amante del vulgo y de la vanagloria. Pero lo cargaron más que nunca estando con Jerónimo Peripatético, cuando juntaba los amigos a fin de celebrar los días de Alción, hijo de Antígono, para lo cual había éste enviado dinero suficiente con deseo de que lo disfrutasen. En este convite, habiendo excusado absolutamente las conferencias, como Aridelo le propusiese cierto teorema y le pidiese la explicación, le dijo: «Lo más importante y más propio de la filosofía es saber el tiempo oportuno para cada cosa». Sobre lo de atribuirle demasiada unión con el vulgo, así habla Timón, aunque ciertamente según acostumbra:
- Después de haber hablado,
- se mete por las turbas que lo cercan
- y lo están admirando, como suelen
- los simples pajarillos al mochuelo.
- Ellas miran a un necio, y sin más causa
- maravilladas quedan. ¡Miserable,
- por cosa tan pequeña te me engríes!
9. Sin embargo de esto, estaba tan libre de amor propio, que exhortaba a sus discípulos a que oyesen a otros maestros. Y aun a cierto joven, natural de Quío, que no gustaba de su escuela, sino