Página:Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira (1911).djvu/144

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en las pajas, podrá evitarse un mal rato.

Más tarde, ya no sería tiempo.

Camino quedó un tanto preocupado, pero supo disimular, y, al cabo de un momento, me llamó aparte para que le contara lo que sabía.

Exageré un poco, creyéndolo necesario para mis fines. La oposición se armaba secretamente—lo que era cierto,—tenía en la ciudad verdaderos arsenales, mucha gente comprometida, paisanos que entrarían en campaña á la primera señal, una especie de logia revolucionaria que funcionaba todas las noches, y hasta inteligencias en la misma policía, muchos de cuyos agentes estaban complotados.

—¡Pero qué hace don Mariano!—exclamó el Gobernador, alarmado, refiriéndose al viejo Villoldo, jefe de policía.

—Don Mariano no ve más allá de sus narices, está medio chocho y toda la vida ha sido débil—contesté.—Y en estos momentos lo que se necesita es un hombre resuelto, que no se preocupe de «legalidades» ni se ande con paños calientes...

—¿Dónde encontrar ese hombre?

—¡Vamos, Gobernador! ¿No lo tiene delante?

—¿Usted? ¿Usted se considera capaz?...

—¿De sofocar ó de impedir una revolución? ¡Sí, Gobernador, muy capaz! Si usted me da la jefatura de policía y me deja completa libertad de acción, le aseguro que antes de quince días todo estará más tranquilo que nunca. Pero, ¡eso sí! ¡nada de escrúpulos tontos y carta blanca para mí! Habrá que meter bastante gente en la cárcel.

—Pero, la opinión...

—¡Bah! En las circunstancias actuales hay que hacer la pata ancha; además, no pueden ser más favorables, porque con la agitación