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Página:Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira (1911).djvu/224

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cuestiones más serias de lo que nosotros creemos.

Ahora le diría «sí», pero quizás me arrepintiera más tarde. Dejemos que las cosas lleguen á su punto. ¿Qué importa esperar, si luego no hay que discutir?...

Y he aquí toda la declaración de un temible donjuán. ¿No significa esto que cuando la mujer no quiere?... Resultado: la frecuenté aún más y seguí creyendo haberme enamorado de ella como un loco.

De todos modos, modifiqué notablemente mi conducta, guardando mejor las apariencias y afectando una reserva que no me sentaba mal y que llamó bastante la atención en el círculo de mis relaciones. Durante algunos meses, sólo frecuenté los círculos políticos, la casa de Gobierno, mi despacho de la jefatura, sin aparecer por el Club sino breves instantes. También, por entonces me absorbía enormemente la cuestión de mi candidatura, que si en un principio pudo parecerme cosa hecha, de pronto comenzó á presentarme dificultades. Había muchos aspirantes y el gobernador Correa se sentía traído y llevado por ellos. Era de buena fe conmigo, pero los que deseaban suplantarme le llenaban la cabeza de objeciones, de chismes y de intrigas. Demasiado muchacho, no tenía antecedentes políticos de valor; mi vida era un semillero de locuras; hacerme elegir sería desconceptuar el Gobierno, ya harto malparado, tanto más cuanto que yo ocupaba la jefatura de policía, cosa que haría demasiado evidente la intromisión del Gobierno en las elecciones.

Algo de todo esto me dijo Correa, pero yo le rebatí victoriosamente todas sus objeciones, y muchas otras que podría presentarme.

—Soy joven, es cierto, pero eso no es un obstáculo, ni seré el primer diputado nacional de