Página:Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira (1911).djvu/337

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impasible, dejando escapar, de vez en cuando, una ligera exclamación afirmativa, dubitativa ó negativa, mientras que la mirada de sus ojos muy claros, como desteñidos, no me revelaba nada de su interior y me parecía el cristal de unos gemelos asestados á mi alma.

Con el gesto de su mano larga y descarnada, detenía de pronto la palabra en mi labio, dominando inquebrantablemente mi petulancia juvenil, y narraba ó explicaba entonces, con acento al par sentencioso y blando, como un abuelo que hablara á sus nietos y les dijera la indiscutible verdad bebida en la experiencia...

—Pero...

—Es como yo le digo—insistía tranquilo y perentorio, y su memoria sorprendente y su juicio extraordinario evocaban cuadros admirables de pasado y de futuro. Era un prócer y un poeta.

Se marchó á Europa en medio de una formidable manifestación de despedida, que fué como un motín pacífico.

—¡Se da por vencido!—dijeron los que le veían como un espantapájaros, como una tácita condenación de lo que estábamos haciendo.—Á enemigo que huye, puente de plata...

—No comulga con la oposición—declararon los que husmeaban en el aire efluvios revolucionarios.

Difícil me resulta la actitud del Presidente.

¿Quiso disimular ante el pueblo? ¿Quiso comprometer al patricio, conquistándoselo con oropeles? ¿Realizó un acto de nobleza, sin segunda intención, como justiciero, ateniéndose á lo que viniera después? Cualquiera de estos motivos es loable, por una razón ó por otra, y en su actitud no careció de belleza al devolver al gran ciudadano todos los honores que le habían «suspendido», porque hasta entonces manifestara