Página:Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira (1911).djvu/378

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veces, con la cara larga, y esquivándome los ojos.

—¿Qué habrá?—me decía.

Por la tarde, cuando iba á retirarse, vaciló un rato, después se acercó á mí, y me llamó aparte, pues estaba, como siempre, rodeado de amigos.

—Es una desgracia—tartamudeó.

—¿Qué?

—El autor del artículo...

—¡Ah!

—Sí; es un jovencito de diez y ocho á veinte años, que me parece...

—¿El hijo de Teresa?

—Tu hijo, sí.

—¡Tenía que suceder!...—exclamé haciendo un esfuerzo para reirme.—Pero esto no puede continuar así. ¿Dónde vive?

—No sé. Pero, tienes que hablarle...

—¿Dónde se le ve?

—Come todas las noches en una fonda de la calle Carabelas.

—¿En la cortada del Mercado del Plata?

—Eso es.

De todas las dificultades de mi vida, aquélla era la más nimia porque de El Chispero nadie hacía el menor caso, pero ninguna me molestó ni me irritó más, haciéndome llegar á creer que de aquellas indiscreciones, de aquella diatriba, dependía todo mi porvenir... Tomé el sombrero y salí, dejando, como de costumbre, que las visitas se quedaran ó se fueran, á su antojo, y comencé á pasearme por las calles más solitarias, pensando en lo que habría de hacer.

De pronto, me encontré en la calle Carabelas.

Entré en la fonda indicada. Pregunté, después de pedir un café, que resultó infame decocción de porotos, si estaba allí don Mauricio...