Página:Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira (1911).djvu/46

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de los que siempre producirán gran efecto en el corazón femenino. Huevos de gallo, no había, por el momento, sino en una barranca á pico, junto al arroyo, y las matas de la plantita silvestre, cuyos frutos aovados y nacarinos son la delicia de los muchachos, colgaban sobre lo que podía llamarse un abismo, apenas más arriba de las cuevas de los loros barranqueros, expertos descubridores de sitios inaccesibles para instalar su nido.

Los que arriesgan la vida por realizar el capricho de una mujer amada, sea en las traidoras neveras, buscando la flor de los hielos, sea en el cubil para recoger un guante perfumado entre las fauces de las fieras, tenían toda mi admiración, no sólo por su heroísmo, sino también porque su voluntad les llevaba á la realización de sus apasionados deseos. ¡Ésos son hombres! Quieren un triunfo, un placer, y se lo pagan sin fijarse en el precio, más grandes que quien tira su fortuna por un capricho, aunque éste sea muy grande también, pese al ridículo de que suelen rodearlo los que no comprenden su acción heroica. Yo me sentía capaz de hacer lo mismo que los primeros, y agregaré que aun me sentiría con disposiciones análogas, si el motivo determinante fuera de mayor cuantía. Así como en la adolescencia fuí capaz de exponerme por ofrecer huevos de gallo á una chiquilla, así también, ahora que peino canas, me siento apto para intentar cualquier esfuerzo, heroico ó no, loable ó vituperable, si de él depende el logro de un fin que me importe mucho. Qué fin no hace el caso. Bástame con afirmar mi capacidad de acción.

Una hora después de mi brusca partida, volvía yo á casa de Teresa con el pañuelo lleno de grandes perlas verdosas, semitransparentes, que se destacaban sobre el verde más obs-