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pronto recobró la memoria. Dijo que se sentía mejor, y hasta habló de marchar al día siguiente. Y después de haber meditado, al parecer, largo tiempo, con la mano puesta sobre la frente, pidió papel y tinta y quiso escribir. Su doncella le vió comenzar varias cartas que rompía después de escritas las primerás palabras. Al mismo tiempo encargaba que se quemaran los pedazos de papel. La doncella notó en varios trozos esta palabra: "Señor", cosa que le pareció extraordinaria, pues ella creía que la señora estaba escribiendo a su madre o a su marido. En otro fragmento leyó: "Usted debe de sentir por mí un gran desprecio..."

Durante cerca de media hora intentó inútilmente escribir esta carta, que parecía preocuparle vivamente. Por fin, el agotamiento de sus fuerzas no le permitió continuar; apartó lejos de sí el pupitre que habían colocado en el lecho, y dijo con aire extraviado a su doncella:

—Escriba usted misma al Sr. Darcy.

—¿Qué tengo que escribirle, señora?—preguntó la doncella creyendo que el delirio iba a comenzar de nuevo.

—Escríbale que no me conoce..., que no lo conozco...

Y volvió a caer anonadada en el lecho. Fueron las últimas palabras seguidas que pronunció. De nuevo cayó en el delirio para no salir más de él. Murió al otro día, sin grandes sufrimientos aparentes.