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XVI

Chaverny llegó tres días después de su entierro. Su dolor pareció sincero, y todos los habitantes de la aldea lloraron al verle de pie en el cementerio contemplando la tierra recién removida que cubría el féretro de su mujer. Primero quiso exhumar el cadáver para llevárselo a París; pero como el alcalde se oponía y el notario le hablaba de formalidades interminables, se contentó con encargar un bloque de piedra caliza y dar órdenes para la erección de una tumba sencilla, pero decorosa.

Châteaufort sintió vivamente esta muerte tan repentina. Declinó varias invitaciones a bailes, y durante algún tiempo no se le vió más que vestido de negro.

XVII

En sociedad se hicieron varios relatos de la muerte de la señora de Chaverny. Según unos, había tenido un sueño o, si se quiere, un presentimiento que le anunciaba que su madre estaba enferma. La impresión fué tan fuerte, que en seguida se había puesto en camino para Niza, a pesar de un violento catarro cogido al volver de casa de la señora de Lambert, y este catarro se había convertido en una pulmonía.

Otros, más clarividentes, aseguraban con aire misterioso que la señora de Chaverny, no pudien-