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—¿Cómo ?

—Por lo demás, todas las personas que la conocen a usted sabrán a qué atenerse. ¡Pero Chaverny!... No lo hubiera creído.

—Pero, bueno, ¿ qué es ello? ¡Hable usted, por favor! ¿Quién es esa mujer?

Chaverny volvía. Châteaufort respondió en voz baja:

—La querida lel duque de H***, la señora Melania R***.

¡Dios mío!—exclamó Julia, mirando a Cháteaufort con aire estupefacto—. ¡Es imposible!

Châteaufort se encogió de hombros, y, al mismo tiempo que la acompañaba al coche, añadió:

—Eso es lo que decían esas señoras que hemos encontrado en la escalera. En cuanto a la otra, es una persona aceptable dentro de su género. Exige cuidados, miramientos... Hasta tiene un marido.

—Querida—dijo Chaverny con tono alegre, tú no me necesitas para volver a casa. Buenas noches. Voy a cenar en casa del duque.

Julia no respondió nada.

—Châteaufort—prosiguió Chaverny—, &quiere usted venir conmigo a casa del duque? Está usted invitado, acaba le decírmelo. Se ha fijado en usted, y le es usted simpático, buena persona.

Châteaufort dió las gracias fríamente, y saludó á la señora de Chaverny, que mordía el pañuelo con rabia cuando partió su coche.

—Bien, querido—dijo Chaverny—, al menos me

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