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del turco a caballo, visto ya el mar y habiéndose vuelto al escándalo que hacíamos, partió como una exhalación y cayó sobre nosotros antes de que lo hubiésemos pensado; llevaba en la mano una especie de mal cuchillo...

—¿Un ataghán?—preguntó Châteaufort, que gustaba del color local.

"Un ataghán—prosiguió Darcy con una sonrisa de aprobación. Pasó cerca de mí, y me dió en la cabeza una cuchillada con este ataghán, que me hizo ver treinta y seis... "bujías", como tan elegantemente decía mi amigo el marqués de Roseville. Yo le respondí, sin embargo, dándole un palo en los riñones, y me puse a hacer el molinete como mejor pude, golpeando a asnero, esclavos, caballo y turco, más furioso ya que el mismo Tyrrel. El asunto hubiese, sin embargo, terminado mal para nosotros. Nuestro truchimán se mantenía neutral, y nosotros no podíamos defendernos mucho tiempo con un palo, de tres hombres de infantería, uno de caballería y un ataghán. Por fortuna, sir John se acordó de un par de pistolas que habíamos sacado. Las cogió y me arrojó una, y con la otra apuntó en seguida al jinete que nos daba tanta guerra. La aparición de estas armas y el ligero chasquido del gatillo de la pistola, produjeron un efecto mágico en nuestros enemigos, que se pusieron vergonzosamente en fuga, dejándonos dueños del campo de batalla, del saco y hasta del asno. A pesar de toda nuestra cólera, no habíamos hecho fuego, y fué suerte, pues no