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sentado por la señora Lambert, estaré en buena situación en tu casa. Mientras tanto, puesto que está en el campo, ¿puedo volverte a ver?

La palabra expiró en los labios de Julia. Cada palabra de Darcy era una puñalada. ¿Cómo hablar de fuga, de rapto, a este hombre tan tranquilo, tan frío, que sólo pensaba en arreglar sus relaciones para el verano de la manera más cómoda? Rompió con rabia la cadena de oro que llevaba al cuello y retorció los anillos entre los dedos. El coche se detuvo a la puerta de la casa que habitaba. Darcy se mostró muy solícito para arreglarle el chal sobre los hombros, para colocar su sombrero de un modo conveniente. Cuando se abrió la portezuela, le presentó la mano del modo más respetuoso, pero Julia se arrojó del coche sin querer apoyarse en él.

—Le pediría permiso, señora—dijo inclinándose profundamente, para venir a preguntar por usted.

—¡Adiós!—dijo Julia con voz ahogada.

Darcy volvió a su cupé y mandó que le condujesen a su casa, silbando con el aire de un hombre muy satisfecho de la jornada.

XIII

No bien en su cuarto de soltero, Darcy se puso una bata turca, calzó sus chinelas y cargando de tabaco de Latakié una larga pipa, cuyo tubo era de cerezo de Bosnia. con boquilla de ámbar