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do. Darcy debía saber, que ella no se había casado más que por el despecho que su partida le hahía hecho sentir.—La culpa estaba de parte de Darcy. Con todo, él la había amado durante su larga ausencia, y a su vuelta había tenido la dicha de encontrarla tan constante como él.—La franqueza de su confesión, su debilidad misma, debían agradar a Darcy, que detestaba el disimulo. Pero lo absurdo de estos razonamientos le saltaba pronto a la vista.—Las ideas consoladoras se desvanecían y quedaban presa de la vergüenza y la desesperación.

Hubo un momento en que quiso expresar lo que sentía. Acababa de imaginarse que se hallaba proscrita por la gente, abandonada por la familia.

Después de haber ofendido tan gravemente a su marido, su altivez no le permitía volverlo a ver jamás. "Darcy me ama—se dijo—; yo sólo a él puedo amar. Sin él no puedo ser dichosa. Seré feliz en todas partes con él. Vamos juntos a cualquier sitio donde jamás pueda ver una cara que me haga sonrojarme. Que me lleve con él a Constantinopla...".

Darcy estaba a cien leguas de adivinar lo que pasaba en el corazón de Julia. Había observado que entraban en la calle donde vivía la señora de Chaverny y se ponía sus guantes con mucha sangre fría.

—A propósito—dijo—, es preciso que sea presentado oficialmente al Sr. de Chaverny... Supongo que seremos pronto buenos amigos. Pre-