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pio mérito!... ¡Ah! ¡Mi prodigioso mérito! ¡Ay! ¡Ay! Dentro de un mes, acaso mi mérito estará a la altura del de ese señor de los bigotes... ¡Ah! ¡Hubiese querido que aquella pequeña Nastasia, a quien he amado tanto, supiese leer y escribir y pudiese hablar de las cosas con las gentes educadas, pues creo que es la única mujer que me ha querido!... ¡Pobre muchacha!... Su pipa se apagó y en seguida se quedó dormido.

XIV

Al entrar en sus habitaciones, Julia recogió todas sus fuerzas para decir con aire natural a su doncella que no la necesitaba y que la dejase sola. En cuanto hubo salido la muchacha, se arrojó sobre el lecho y se puso a llorar con más amargura, ahora que se encontraba sola, que cuando la presencia de Darcy la obligaba a reprimirse.

La noche tiene ciertamente una influencia muy grande, tanto sobre las penas morales como sobre los dolores físicos. Da a todo un tono lúgubre, y las imágenes que de día serían indiferentes y aun risueñas, nos inquietan y nos atormentan por la noche, como espectros que sólo tienen poder en las tinieblas. Parece como si durante la noche redoblase su actividad el pensamiento y perdiese la razón su imperio. Una especie de fantasmagoría interior nos turba y nos espanta, sin que tengamos fuerza para apartar la causa de nues-