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DON DIEGO DE PEÑALOSA

tos, deduce que la grandeza de La Salle sólo por la fortuna pudo ser vencida [1]. No, no es esto; quien le venció fué la carencia de dotes que necesita un caudillo.

Cavelier de La Salle, sin haber descubierto el Misisipi ni menos sus bocas, prestó á la Geografía eminentísimo servicio, demostrando que sin interrupción considerable, se extiende á través del Continente americano, una vía acuática desde el golfo de San Lorenzo al de Méjico, servicio que le coloca entre las celebridades por derecho indiscutible. En la dirección de empresas comerciales, para las que tenía especial aptitud, acaso hubiera brillado por otros conceptos.

A España convino la elección de su persona, porque siendo difícil que otra se manejara peor, es de suponer que Peñalosa hubiera dado algo más que hacer al Virey de Méjico. Y no quiere esto decir que fuera cosa tan llana como la pintaban á Seignelay, posesionarse do todo ó de parte de aquel imperio con doscientos franceses: bastará á rectificar el juicio, decir por epílogo, ya que esto no lo supo el compilador de las noticias de la vida de La Salle, lo que determinó aquella autoridad así que tuvo indicio del desembarco de la expedición.

El general de la Armada de barlovento, D. Andrés de Ochoa y Zarate, apresó el año 1685 una fragata corsaria francesa, por cuya gente supo la presencia en el Seno Mejicano de los buques que habían salido de la Eochela, y avisando luego la novedad al Marqués de la Laguna, Virey de Méjico, dispuso éste despachar un buque ligero que confirmara lo cierto. Salió en consecuencia de la Habana en Enero de 1686 el piloto Juan Enriquez Barroso, gran matemático y hombre de gran experiencia en aquellos mares, con orden de reconocer con la mayor escrupulosidad la costa del golfo desde el Cabo del Lodo hasta Apalache, que era á donde se suponía irían los bajeles enemigos. Cumplió la comisión registrando cala por cala todas las entradas de la costa, fondeando durante la noche, y continuando el examen por el día con grandes trabajos, sin lograr el encuentro de lo que se buscaba, y regresando á Veracruz, remitió al Virey diario puntual de su campaña marinera y plano del reconocimiento.

Vino por entonces á gobernar la Nueva España el Conde de la Monclova, que mandó repetir la diligencia, saliendo á ello desde Veracruz el 1.° de Enero de 1687 dos bergantines mandados por D. Martín de Rivas y D. Pedro de Iriarte, y llevando al citado piloto Barroso, con orden de

  1. Ibid. Tomo I, pág. 32.