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Página:Don Diego de Peñalosa y su descubrimiento del reino de Quivira.djvu/25

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DON DIEGO DE PEÑALOSA

mantas de algodón teñido en colores, tenían estufas que eran habitaciones subterráneas, y fabricaban muy hermosas piezas de alfarería pintada. Extendieron, pues, considerablemente las líneas de registro, acreditándolo la duración de la marcha, que en varios casos es de seis, ocho y hasta diez meses, y no obstante, no se encuentra en ninguna de las relaciones indicio de que penetraran en la región de los lagos, respetando los asientos que la adjudicaban á los descubridores de la Florida, ajenos al objeto presente, y de los que se conjetura llegaron á establecerse en las orillas del Potomac y del lago Mondaga.

D. Diego de Peñalosa ignoraba muchos de estos precedentes, por lo que advierten los términos de la relación de su viaje, y así, como preparación al juicio de la jornada, es de necesidad el apuntamiento ligero que voy haciendo, cuyo enojo aún he de prolongar con otros preliminares no menos precisos relativamente al río Misisípi.

Entre los españoles no era conocido con ese nombre indígena; acaso fué Peñalosa de los primeros en aceptarlo con variante, pues que escribe Mischipi; pero de muy atrás era familiar con los de Río Grande ó Gran Río, que es lo que Misisípi significa, y Río del Espíritu Santo á los marinos que frecuentaban la costa y á los exploradores del interior. Francisco de Garay lo vió el año de 1518 al decir de Pedro Mártir de Angleria; el año siguiente envió con Alonso Alvarez de Pineda y buenos pilotos, cuatro navíos que reconocieron la costa desde la Florida hasta Villa-Rica, completando el conocimiento hidrográfico de todo el seno mejicano. Retrocediendo desde aquella fundación de Cortés, entraron por un río muy grande y muy caudaloso, á cuya entrada había población; estuvieron más de cuarenta días dando carena los bajeles; subieron seis leguas por el ancón arriba; hallaron cuarenta aldeas de una parte y otra, y haciendo la figura ó plano parcial, acompañado del general de la costa denominada Vitoria Garayana en honra del caudillo, y de la relación del descubrimiento, se envió al Emperador. Consta en el asiento de orden del mismo Emperador hecho con Francisco de Garay en 1521, para poblar la tierra de Amichel ó Garayana; documento que publicó D. M. Fernández de Navarrete en el tomo III de la Colección de viajes y descubrimientos con el mapa general, y que reprodujo el Sr. Buckingham Smith añadiendo uno particular del Ancón del Espíritu Santo [1].

El mismo año 1521 hizo otro reconocimiento y levantó planos que

  1. The narrative of Alvar Nuñez Cabeza de Vaca translaled by Buckingham Smith. Washigton, 1851. En folio.