que otras tropas ostentan en campaña,
pues solo tiene de marcial la saña.
Lo ví descalzo, flaco, pobre, hambriento
buscar al enemigo, no al sustento.
Si alguna vez murmura un orden dado,
ejecuta obediente lo mandado;
y el enemigo paga la imprudencia
del jefe que mandó sin experiencia.
No es fácil que jamás tal pueblo admita
el yugo atroz que tu ambición medita.
Si quieres dar á siglos venideros
timbres para tu fama verdaderos,
imita á los Monarcas virtuosos,
que se tienen por grandes y gloriosos,
como sus pueblos venturosos sean.
Cuán dignamente su vigor emplean
en hacer respetar á la justicia,
en cortar el progreso á la malicia
premiar virtudes castigando vicios,
y ofrecer a los cielos sacrificios
en tantas aras, como son los pechos
de vasallos que viven satisfechos.
De mi verdad el cielo me es testigo:
esto pienso, señor, y esto te digo.
Alm. Corta fue mi pregunta; y tu respuesta
no fue menos osada que molesta.
Yo pedí pareceres, no consejos.
Desde hoy de mi persona vive lejos,
y no contristes más mi augusta mente.
Huye de mi presencia prontamente.
Alek. Señor, no extraño la desgracia mía,
aun antes de empezar ya la sabia;
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