reynar como tu padre. Quiera el cielo
que seas tú de mi vejéz consuelo;
y que después de verte, ¡oh Sancho amado!
mandar gloriosamente este Condado,
yo muera entre tus brazos quietamente.
Entonces sí que miraré presente
del ciego amor el sacrificio que hago;
entonces sí que me sería aciago
el haberte pospuesto á mis amores.
Dame, virtud, tus fuerzas superiores.
Sí: de Almanzor firmemos la partida.
De mi Almanzor? Del dueño de mi vida?
Ay! No puede caber accion tan dura
en quien él mismo halló tanta blandura.
Aparta, pluma, de mi mano impía,
y no marche Almanzor; muera García.
La Condesa, y Doña Elvira.
Elv. Señora, con cuidado...... Mas, qué veo?
Lo que turbada miro apenas creo.
En tu mano un puñal? Ay!, dí: qué es esto?
Cond. Otro tengo en el pecho más funesto.
Todo mi pecho ocupan los terrores,
negros remordimientos y rencores.
Qué sombras! Qué visiones me amedrentan!
Qué invisibles verdugos me atormentan!
Conózco el mal horrible, lo aborrezco;
y lo que á otros preparo, yo padezco.
Elv. Y de qué nace tu infeliz estado?
Cond. La muerte de Don Sancho he decretado.
Elv. Qué delito! Señora, no decías