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MACBETH.

amarillea como las hojas de otoño. Ya no puedo confiar en amigos, ni vivir de esperanzas. Sólo me resta oir enconadas maldiciones, ó el vano susurro de la lisonja. ¿Séton?

SÉTON.

Rey, tus órdenes aguardo.

MACBETH.

¿Cuáles son las últimas noticias?

SÉTON.

Exactas parecen las que este mensajero ha traido.

MACBETH.

Lidiaré, hasta que me arranquen la piel de los huesos. ¡Pronto mis armas!

SÉTON.

No es necesario aún, señor.

MACBETH.


Quiero armarme, y correr la tierra con mis jinetes. Ahorcaré á todo el que hable de rendirse. ¡Mis armas! Doctor (al médico) ¿cómo está mi mujer?

MÉDICO.

No es grave su dolencia, pero mil extrañas visiones le quitan el sueño.

MACBETH.

Cúidala bien. ¿No sabes curar su alma, borrar de su memoria el dolor, y de su cerebro las tenaces ideas que le agobian? ¿No tienes algún antídoto contra el veneno que hierve en su corazon?

MÉDICO.

Estos males sólo puede curarlos el mismo enfermo.