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Y JULIETA.
ROMEO.

¡Que me prendan, que me maten! Mandándolo tú, poco importa. Diré que aquella luz gris que allí veo no es la de la mañana sino el pálido reflejo de la luna. Diré que no es el canto de la alondra el que resuena. Más quiero quedarme que partir. Ven, muerte, pues Julieta lo quiere. Amor mio, hablemos, que aún no amanece.

JULIETA.

Sí, vete, que es la alondra la que canta con voz áspera y destemplada. ¡Y dicen que son armoniosos sus sones, cuando á nosotros viene á separarnos! Dicen que cambia de ojos como el sapo. ¡Ojalá cambiara de voz! Maldita ella que me aparta de tus atractivos. Vete, que cada vez se clarea más la luz.

ROMEO.

¿Has dicho la luz? No, sino las tinieblas de nuestro destino.

(Entra el Ama.)
AMA.

¡Julieta!

JULIETA.

¡Ama!

AMA.

Tu madre viene. Ya amanece. Prepárate y no te descuides.

ROMEO.

¡Un beso! ¡Adios, y me voy!

(Vase por la escala.)
JULIETA.

¿Te vas? Mi señor, mi dulce dueño, dame nuevas