de tí todos los dias, á cada instante. Tan pesados corren los dias infelices, que temo envejecer antes de tornar á ver á mi Romeo.
Adios. Te mandaré noticias mias y mi bendicion por todos los medios que yo alcance.
¿Crees que volveremos á vernos?
Sí, y que en dulces coloquios de amor recordaremos nuestras angustias de ahora.
¡Válgame Dios! ¡Qué présaga tristeza la mia! Parece que te veo difunto sobre un catafalco. Aquel es tu cuerpo, ó me engañan los ojos.
Pues también á tí te ven los mios pálida y ensangrentada. ¡Adios, adios!
¡Oh, fortuna! te llaman mudable: á mi amante fiel poco le importan tus mudanzas. Sé mudable en buen hora, y así no le detendrás y me le restituirás luego.
(Dentro.) Hija, ¿estás despierta?
¿Quién me llama? Madre, ¿estás despierta todavía ó te levantas ahora? ¿Qué novedad te trae á mí? (Entra la señora de Capuleto.)