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Y JULIETA.

ris,» y todos corriendo y dando gritos, se agolpan al cementerio.

EL PRÍNCIPE.

¿Qué historia horrenda y peregrina es esta?

ALGUACIL 1.º

Príncipe, ved. Aquí están el conde Páris y Romeo, violentamente muertos, y Julieta, caliente todavía y desangrándose.

PRÍNCIPE.

¿Averiguasteis la causa de estos delitos?

ALGUACIL 1.º

Sólo hemos hallado á un fraile y al paje de Romeo, cargados con picos y azadones propios para levantar la losa de un sepulcro.

CAPULETO.

¡Dios mio! Esposa mia, ¿no ves correr la sangre de nuestra hija? Ese puñal ha errado el camino: debia haberse clavado en el pecho del Montesco y no en el de nuestra inocente hija.

SEÑORA CAPULETO.

¡Dios mio! Siento el toque de las campanas que guian mi vejez al sepulcro. (Llegan Montesco y otros.)

PRÍNCIPE.

Mucho has amanecido, Montesco, pero mucho antes cayó tu primogénito.

MONTESCO.

¡Poder de lo alto! Ayer falleció mi mujer de pena por el destierro de mi hijo. ¿Hay reservada alguna pena más para mi triste vejez?