que vuestra hija, á hora desusada de la noche, y sin más compañía que la de un miserable gondolero, fuera á entregarse á ese moro soez. Si fué con noticia y con- sentimiento vuestro , confieso que os hemos ofendido, pero si fué sin saberlo vos, ahora nos reñis injusta- mente. ¿Cómo habia de faltaros al respeto yo, que al fin soy noble y caballero ? Insisto en que vuestra hija os ha hecho muy torpe engaño, á no ser que la hayais dado licencia para juntar su hermosura, su linaje y sus tesoros con los de ese infame aventurero, cuyo origen se ignora. Vedlo : averiguadlo; y si por casua- lidad la encontrais en su cuarto o en otra parte de la casa, podeis castigarme como calumniador, conforme lo mandan las leyes.
¡Dadme una luz! Despierten mis criados. Sueño pa- rece lo que me pasa. El recelo basta para matarme. ¡Luz, luz! (Brabancio se quita de la ventana.)
Me voy. No me conviene ser testigo contra el moro. A pesar de este escándalo, no puede la Republica des- tituirle sin grave peligro de que la isla de Chipre se pierda. Nadie más que él puede salvarla, ni á peso de oro se encontraria otro hombre igual. Por eso, aunque le odio más que al mismo Lucifer, debo fingirme su- miso y cariñoso con él y aparentar lo que no siento. Los que vayan en persecucion suya, le alcanzarán de seguro en el Sagitario. Yo estaré con él. Adios. (Se va.)
Cierta es mi desgracia. Ha huido mi hija. Lo que me resta de vida será una cadena de desdichas.Res-