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O T E L O.

lo merece. ¿Y qué podrás decir de la mujer virtuosa? en quien no puede clavar el diente la malicia misma.

YAGO.

«La hermosa, que jamas cae en pecado de vanidad, la que no habla palabras ociosas, la que, siendo rica, no hace ostentacion de lujosas galas, la que nunca pasa de la ocasion al deseo, la que no se venga del agravio, aunque la venganza sea fácil, la que nunca equivoca la cabeza del salmon con la cola, la que hace todas las cosas con maduro seso y no por ciego capricho, la que no mira atras aunque la sigan, tal mujer como esta, si pudiera hallarse, seria muy apetecible.»

DESDÉMONA.

¿Y para qué la querrias?

YAGO.

Para criar necios y hacer su labor.

DESDÉMONA.

Fria y mal entendida conclusion. No hagas caso de él, Emilia, aunque sea tu marido, y tú, Casio, ¿qué dices? ¿No te parece deslenguado é insolente?

CASIO.

Peca de franco, señora mia, y es mejor soldado que hombre de córte.

(Hablan entre sí Casio y Desdémona.)
YAGO.

(Aparte.) Ahora le coge de la mano: hablad, hablad quedo, aunque la red es harto pequeña para coger tan gran pez como Casio. Mírale de hito en hito: sonríete. Yo te cogeré en tus propias redes. Bien, bien: así está bien. Si de esta manera pierdes tu oficio de teniente,