alterar el sosiego de la noche con disputas y rebatos? Dímelo con verdad, Yago. ¿Quién comenzó?
No te juzgaré buen soldado, si por amistad con Casio faltas á la verdad.
No me obligueis tan duramente. Antes que faltar á mi amigo Casio, me morderia la lengua. Pero hablaré, porque creo que el decir yo la verdad no le perjudica en nada. Las cosas pasaron así, señor gobernador. Estaba Montano hablando conmigo, cuando se nos acercó un mancebo pidiéndonos ayuda contra Casio que venia detras de él, espada en mano. Este amigo se interpuso y rogó á Casio que se detuviera. Yo corrí detras del fugitivo, para que no alarmara al pueblo con sus gritos, como al fin sucedió, porque no pude alcanzarle. Con esto volví á donde sonaba ruido de espadas, y juramentos de Casio, que nunca hasta esta noche se le habian oido. Andaba entre ellos tan recia y trabada la pelea como cuando vos los separasteis. Nada más sé ni puedo deciros. El hombre es hombre, y el más justo cae y peca. Y tengo para mí que aunque Casio golpeó á Montano, como hubiera podido golpear á su mejor amigo en un arrebato de furor, fué sin duda porque habia recibido del fugitivo alguna ofensa intolerable.
La amistad que con Casio tienes, y tu natural benévolo, amigo Yago, te mueven á disculparle. Mucho te quiero, Casio, pero ya no puedes ser mi teniente. (Sale Desdémona.) Ved: con el alboroto habeis despertado á mi esposa. Voy á hacer en vosotros un ejemplar castigo.