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O T E L O.
DESDÉMONA.

¿Qué ha sido esto?

OTELO.

Ya está acabado todo, amiga mia. Vámonos á descansar. Yo haré curar vuestra herida, caballero, (á Montano.) Yago, procura calmar al pueblo, si es que anda alterado con la riña. Vámonos, Desdémona. Esta es la vida del guerrero. Hasta en el seno del placer viene á despertarle ruido de armas. (Quedan solos Casio y Yago.)

YAGO.

¿Estais herido, teniente?

CASIO.

Sí, y no hay cirujano que pueda curarme.

YAGO.

¡No lo quiera Dios!

CASIO.

¡He perdido la fama, el buen nombre, lo más espiritual y puro de mi sér, y sólo me queda la parte brutal, ¡El buen nombre, el buen nombre, Yago!

YAGO.

Por Dios vivo, creí que habiais recibido alguna herida material, la cual debiera angustiaros más que la pérdida de la fama. La fama no es sino vano ruido y falsedad é impostura, que las más veces se gana sin mérito y se pierde sin culpa. Y si vos no dais por perdida la fama, de fijo que no la habeis perdido. ¡Valor, amigo Casio! Medios teneis para volver á la gracia del general. Os ha quitado el empleo en un momento de ira, y más por política y buen parecer, que por mala intencion. Así pega uno á veces al perro fiel, para asus