que no conozcan tus recelos en la cara. No sea que se burlen de tu excesiva buena fe. Las venecianas sólo confian á Dios el secreto, y saben ocultársele al marido. No consiste su virtud en no pecar, sino en esconder el pecado.
¿Eso dices?
A su padre engañó por amor tuyo, y cuando fingia mayor esquiveza, era cuando más te amaba.
Verdad es.
Pues la que tan bien supo fingir, hasta engañar á su padre, que no podia explicarse vuestro amor sino como obra de hechicería... Pero ¿qué estoy diciendo? Perdóname si me lleva demasiado lejos el cariño que te profeso.
Eterna será mi gratitud.
Mal efecto te han hecho mis palabras, señor.
No. Mal efecto, ninguno.
Paréceme que sí. Repara que cuanto te he dicho ha sido por tu bien. Pero, señor, ¡estais desconcertado! Ruégoos que no entendais mis palabras más que como suenan, ni deis demasiado crédito é importancia á una sospecha.