pesa sobre los grandes, más infelices en esto que la plebe. Maldicion que nos amenaza, desde que comenzamos á respirar el vital aliento. Aquí viene Desdémona. (Salen Desdémona y Emilia.) (Aparte.) ¿Será verdad que es infiel? ¿Se burlará el cielo de sí mismo?
Otelo, vén: los nobles de la isla están ya congregados para el banquete.
¡Qué insensatez la mia!
¿Por qué hablas entre dientes? ¿Estás malo?
Me duele la cabeza.
Sin duda, por el insomnio. Pero pronto sanarás. Yo te vendaré la cabeza, y antes de una hora estarás aliviado. (Intenta ponerle el pañuelo.)
Ese pañuelo es pequeño. (Se cae el pañuelo.) Déjalo. Me voy contigo.
Mucho siento tu incomodidad. (Vanse.)
¡Oh felicidad! Este es el pañuelo, primera ofrenda amorosa del moro. Mi marido me ha pedido mil veces que se lo robe á Desdémona, pero como ella lo tiene en tanto aprecio, y Otelo se lo encomendó tanto, jamas lo deja de la mano, y muchas veces le besa y acaricia. Haré copiar la misma labor, y se le daré á