mi alma! ¡Adios, bizarros escuadrones, glorioso campo de pelea, que truecas la ambicion en virtud! ¡Adios, corceles de batalla, clarin bastardo, bélicos atambores, pífanos atronantes, banderas desplegadas, pompa de los ojos, lujo y estruendo de las armas! ¡Adios todo, que la gloria de Otelo se ha acabado!
¿Será verdad, señor?
¡Infame! Dame pruebas infalibles de que mi esposa es adúltera. ¿Me oyes? Quiero pruebas que entren por los ojos, y si no me las das, perro malvado, más te valiera no haber nacido que encontrarte al alcance de mis manos. ¡Haz que yo lo vea, ó á lo menos pruébalo de tal suerte, que la duda no encuentre resquicio ni pared donde aferrarse! Y si no, ¡ay de tí!
¡Señor, jefe mio!
Si lo que me has dicho, si el tormento en que me has puesto no es más que una calumnia, no vuelvas á rezar en todos los dias de tu vida: sigue acumulando horrores y maldades, porque tu eterna condenacion es tan segura que poco puede importarte un crímen más.
¡Piedad, Dios mio! ¿Sois hombre, Otelo, ó es que habeis perdido el juicio? Desde ahora renuncio á mi empleo. ¡Qué necio yo, cuyos favores se toman por agravios! ¡Cuán triste cosa es en este mundo ser honrado y generoso! Mucho me alegro de haberlo aprendido. Desde hoy prometo no querer bien á nadie, si la amistad se paga de este modo.