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OTELO.
EMILIA.

¿No es celoso?

DESDÉMONA.

El sol de su nativa África limpió su corazon de todas esas malas pasiones.

EMILIA.

Por allí viene.

DESDÉMONA.

No me separaré de él hasta que llegue Casio. (Sale Otelo.) ¿Cómo estás, Otelo?

OTELO.

Muy bien, esposa mia. (Aparte.) ¡Cuán difícil me parece el disimulo! ¿Cómo te va, Desdémona?

DESDÉMONA.

Bien, amado esposo.

OTELO.

Dame tu mano, amor mio. ¡Qué húmeda está!

DESDÉMONA.

No la quitan frescura ni la edad ni los pesares.

OTELO.

Es indicio de un alma apasionada. Es húmeda y ardiente. Requiere oracion, largo ayuno, mucha penitencia y recogimiento, para que el diablillo de la carne no se subleve. Mano tierna, franca y generosa.

DESDÉMONA.

Y tú puedes decirlo, pues con esa mano te dí toda el alma.

OTELO.

¡Qué mano tan dadivosa! En otros tiempos el alma