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OTELO.
OTELO.
¿No eres infiel?
DESDÉMONA.
No: así Dios me salve.
OTELO.
¿De veras lo dices?
DESDÉMONA.
¡Piedad, Dios mio!
OTELO.
Perdonadme, señora: os confundí con aquella astuta veneciana que fué esposa de Otelo. (Levantando la voz.) Tú que enfrente de san Pedro guardas la puerta del infierno... (Sale Emilia.) Contigo hablaba. Ya está arreglado todo. Recoge tu dinero: cierra la puerta, y nada digas. (Se va Otelo.)
EMILIA.
¿Qué sospecha atormenta á vuestro marido? ¿Qué os sucede, señora?
DESDÉMONA.
Me parece que estoy soñando.
EMILIA.
Señora, ¿qué le sucede á mi señor? decídmelo.
DESDÉMONA.
¿Y quién es tu señor?
EMILIA.
El vuestro, el moro.
DESDÉMONA.
Ya no lo es, Emilia, no hablemos más. No puedo llo