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OTELO.
DESDÉMONA.
Déjame vivir siquiera esta noche. Mátame mañana.
OTELO.
¿Aún te defiendes?
DESDÉMONA.
Siquiera una hora de vida.
OTELO.
La hora inevitable ha llegado.
DESDÉMONA.
Dejadme rezar una oracion.
OTELO.
Ya es tarde.
(La estrangula.)
EMILIA.
(Dentro.) ¡Abrid, señor, abrid!
OTELO.
¿Quién llama? ¿Estará muerta del todo? En medio de todo, la tengo lástima, y no quiero alargar su agonía.
EMILIA.
(Dentro.) ¡Abrid, señor!
OTELO.
¿Quién es?
EMILIA.
(Dentro.) Señor, dejadme deciros dos palabras.
OTELO.
Es Emilia.—Voy á abrirla.—Ya ha muerto Desdémona.—¿Vendrá Emilia á contarme la muerte de Casio?—Aquí era el ruido.—Está inmóvil, yerta