¿Al fin lo sientes? Ruge, ruge. Has asesinado á la más santa y hermosa criatura que ha visto nunca la luz del sol.
(Levantándose.) ¡Fué adúltera! No os habia conocido, tio. (A Graciano.) Ahí teneis muerta á vuestra sobrina, y muerta á mis manos. Sé que esto os parecerá horrible...
¡Pobre Desdémona! Cuán feliz es tu padre en haber pasado ya de esta vida. Tu boda le mató: el pesar de ella bastó á cortar el hilo de sus dias. Pero si hoy viviera, y la viese muerta, pienso que habia de maldecir hasta de su ángel de guarda, provocando la indignacion del cielo.
¡Qué dolor! Pero Yago sabe que ella mil veces se entregó á Casio. El mismo Casio lo confesaba, y ademas recibió de ella, en pago de su amor, el pañuelo, el regalo nupcial que yo le hice, un pañuelo que mi padre habia dado á mi madre. Yo mismo le he visto en manos de Casio.
¡Dios poderoso! ¡Dios de bondad!
¡Calla, te digo!
No: no puedo callar, no quiero. Hablaré libre como el viento, aunque me condenen Dios y los hombres y el infierno. No callaré: debo hablar.