los demonios harán presa en ella con sus uñas. ¡Ay de mí, siervo del pecado! ¡Furias, arrojadme del cielo con vuestros azotes! Demonios, arrastradme en vuestro gran torbellino, hacedme hervir en azufre ó en pilas de hirviente metal. ¡Desdémona, Desdémona!
¿Dónde está este infeliz temerario?
Aquí teneis al que fué Otelo.
¿Dónde ese basilisco, ese horrible Yago?
¡Lástima que seas demonio, porque no podré matarte! (Le hiere.)
Desarmadle.
Me has herido, pero no de muerte.
Y no lo siento. Quiero que vivas, porque el morir es una dicha.
Otelo, tú que antes fuiste tan bueno y generoso, ¿cómo has caido en los lazos de este traidor artero? ¿Qué dirán de tí?
Cuanto quieran, si así lo creeis; seré un delincuente honrado. Por honor la maté, no por odio.