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EL MERCADER
amada Jéssica, y Antonio juró que no iban en la nave de Basanio.
SALANIO.
Nunca he visto tan ciego, loco, incoherente y peregrino furor como el de este maldito hebreo. Decia á voces: «¡Mi hija, mi dinero, mi hija... ha huido con un cristiano... y se ha llevado mi dinero... mis ducados... Justicia... mi dinero... una bolsa... no... dos, llenas de ducados... Y ademas joyas y piedras preciosas... Me lo han robado lodo... Justicia... Buscadla... Lleva consigo mi dinero y mis alhajas.
SALARINO.
Los muchachos le persiguen por las calles de Venecia, gritando como él: «Justicia, mis ducados, mis joyas, mi hija.»
SALANIO.
¡Pobre Antonio si no cumple el trato!