Y fácil es que no pueda cumplirlo. Ayer me dijo un francés que en el estrecho que hay entre Francia é Inglaterra habia naufragado un barco veneciano. En seguida me acordé de Antonio, y por lo bajo hice votos á Dios para que no fuera el suyo.
Bien harias en decírselo á Antonio, pero de modo que no le hiciera mala impresion la noticia.
No hay en el mundo alma más noble. Hace poco ví cómo se despedía de Basanio. Díjole éste que haria por volver pronto, y Antonio le replicó: «No lo hagas de ningún modo, ni eches á perder, por culpa mia, tu empresa. Necesitas tiempo. No te apures por la fianza que di al judío. Estáte tranquilo, y sólo pienses en alcanzar con mil delicadas galanterías y muestras de amor el premio á que aspiras.» Apenas podia contener el llanto al decir esto. Apartó la cara, dió la mano á su amigo, y se despidió de él por última vez.
Él es toda su vida, segun imagino. Vamos á verle, y tratemos de consolar su honda tristeza.
Vamos.
(A un criado.) Anda, descorre las cortinas, que ya el