Página:Dramas de Guillermo Shakspeare - Volumen 2 (1883).pdf/286

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
264
COMEDIA DE EQUIVOCACIONES.

extrañas alteraciones sobre mi rostro. Pero decidme aún ¿no reconocéis mi voz?

Antífolo de Éfeso.—Tampoco.

Ægeón.—¿Y tú, Dromio?

Dromio de Éfeso.—Ni yo, señor; os lo aseguro.

Ægeón.—Y yo estoy seguro que la reconoces.

Dromio de Éfeso.—¿Sí, señor? Y yo estoy seguro que no, y lo que un hombre os niega, estáis obligado ahora á creerlo.

Ægeón.—¡No reconocer mi voz! ¡Oh estrago del tiempo! ¡Has deformado y entorpecido á tal punto mi lengua, en el corto espacio de siete años, que mi hijo único no pueda ya reconocer mi débil voz que hacen vibrar desapacible los cuidados! Aunque mi rostro surcado de arrugas, esté oculto bajo la nieve del invierno que hiela la savia; aunque todos los canales de mi sangre estén helados; sin embargo, un resto de memoria reluce en la noche de mi vida; las antorchas medio consumidas de mi vista, despiden aún alguna pálida claridad; mis orejas ensordecidas me sirven aún para oir un poco; y todos estos viejos testigos (no, no puedo equivocarme) me dicen que eres mi hijo Antífolo.

Antífolo de Éfeso.—Nunca en mi vida he visto á mi padre.

Ægeón.—No hace aún siete años, joven, lo sabes, que nos hemos separado en Siracusa: pero puede ser, hijo mío, que tengas vergüenza de reconocerme en el infortunio.

Antífolo de Éfeso.—El duque, y todos los de la ciudad que me conocen, pueden atestiguar conmigo que eso no es verdad. No he visto jamás Siracusa, en toda mi vida.

El duque.—Te aseguro, siracusano, que desde ha veinte años que soy el protector de Antífolo, jamás ha visto Siracusa: veo que tu edad y tu peligro perturban