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DE WINDSOR.

firos, perlas y ricos bordados, enlazándolas bajo la rodilla doblada de esta orden de caballería. Las flores son la escritura de las hadas. Marchad! Dispersaos! Pero hasta que suene la una, renovemos la acostumbrada danza al rededor del roble de Herne el cazador.

Evans.—Poneos en orden, os ruego, entrelazando las manos de unos con otros; y mientras bailamos al rededor del árbol, veinte luciérnagas nos servirán de linternas para guiar nuestra danza. Pero deteneos. Siento el olor de un hombre de enmedio de la tierra.

Falstaff.—Dios me defienda de este duende galo; no sea que me haga transformar en un pedazo de queso!

Pistol.—¡Vil gusano! Fuíste mirado con desprecio aun en el instante en que naciste.

Aprisa.—Tocad la extremidad de su dedo con el fuego de prueba. Si es casto, la llama se retirará por sí sola sin causarle dolor alguno, pero si hace cualquier movimiento, entonces es la carne de un corazón corrompido.

Pistol.—Á la prueba: venid.

Evans.—Venid. ¿Arderá esta madera?

(Le queman con sus bujías.)

Falstaff.—¡Oh! ¡Oh! ¡Oh!

Aprisa.—¡Corrompido, corrompido y manchado por la lujuria! Á él, duendes y hadas. Entonad una canción de desprecio, y mientras saltáis, idlo pinchando á compás.

Evans.—Es justo. Está lleno de lujuria é iniquidad.

Canción.

¡Vergüenza para quien ama
la sensualidad y el vicio!
Su pasión es una llama
que se extiende más y más