STELLA e de mano del amigo, en la sonrisa de la mujer, en la caricia del niño.
Tuvo aventuras ruidosas, idilios trágicos, amores simples, llegó hasta la ilusión del seutimiento, pero sólo á la ilusión; había perdido la hermosa facultad de amar.
No pudiendo reconciliarse con los hombres, quiso amará la humanidad como una abs- tracción, y dió 4 manos llenas para al viar miserias anónimas 6 colectivas, Su pe- simismo implacable señalábale las pocas criaturas que su oro iba á beneficiar, para mostrarte después, sonriendo irónico, los millones de seres, que á pesar de todas las dádivas, quedarán siempre sin alivio y sin pan.
No permitía la tnenor alusión á una posi- bilidad dle matrimonio. «Si me engañaron á los veinte años, van á quererme á los cuaren- ta?» se decía.
Hizo apuntes para un libro que no escri- bió.... Su dejadez, su indolencia, manchas de su carácter, sus desconfianzas y sus aprensio- nes, frutos de sus prematuros desengaños, so- focaron los arrebatos de su juventud, sofoca- ron los impulsos de su edad viril
No luchó más; después de sus agitaciones, sólo le quedaba la fatiga de sus dudas, el cansancio de sus ocios,
Y entonces, este hombre, en la plenitud de la vida, de la salud, del talento, de la fortu na; solicitado, querido, envidiado como un