ES STELLA de la familia, que acababan de dejar al viaje: ro para atender 4 Clarita Montana, que venía 4 invitar 4 Isabel para una comida.
Misia Carmen, vivía dentro dema preocu- pación: casar brillantemente á sus hijos. De- sesperaha casi de Ana María, voluntariosa y audaz, que había declarado abiertamente sus inclinaciones hacia un joven amigo de Emilio, estudiant: provinciano, pobre, al que detes- taban en la casa
En más sólidas bases asentábanse los pla- nes acerca de Isabel. Distinguida ésta, el año anterior, entre todas las niñas de su círculo, por Manuel Montero y Espinosa, podía va- nagloriarse de haberlo sido'por uno de los jóvenes más codiciados. De antigua familia, simpático, buen mozo más bien, con esa ins- trucción superficial de los que han viajado mucho, huérfano de padre y madre, disponía de gran fortuna.
Desde el colegio estaban ligados con Enri- «ue Maura. Esto le permitía ir 4 la casa, con frecuencia, sin que sus visitas tuvieran otro carácter, que visitar al amigo; pero sus atenciones con Isabel empezaron á acentuar- se, y sin que en realidad hubiese compromisó lormal entre ellos, mucbas cosas hacían en- trever que pronto lo habría, y en propios y extraños se hizo la convicción de que Monte- ro sería el marido de la hermosa joven.
Esta, que comenzara por ver las ventajas de tal wuión, concluyó por impresionarse, y