STELLA 193
Alejandra cenaba con su sano apetito, y Máximo que no cenaba nunca, contagiado, se hizo servir también.
—¿Con que no conoceré munca, tal vez, la causa?... me basta con los efectos, bebamos por ellos, dijole Máximo, invitándola 4 beber su champagne.
Darante los veintiseis días transcurridos desde la llegada de Máximo, viéndose diaria- mente, habíase establecido entre los dos una relación muy cordia), y se trataban como an- tiguos camaradas,
—Y por el feliz resultado de lo que voy 4 pedirle, replicó ella, levantando la esbelta copa, que parecía Jlena de topacios
En ese momento su deseo de conseguir, bri- llándole en los ojos y entreabriéndole los la- bios, la hacía tan irresistiblemente seducto- ra, que produjo en su compañero, de cabeza tan firme, un pequeño deslumbramiento, pa- recido ai que se experimenta cuando se ha mirado largo tiempo, fjamente, una luz. El se extrañó
— Lo que usted quiera, Alex—y bebieron. —¡ Micaela la admira! agregó con travesura, notando que su hermana los miraba xecelosa- mente desde lejos, y á ella con cara de pocos amigos.
Alejandra, muy discreta, no oyó.
Sí; el otro día me decía, prosiguió, que usted le había referido cosas muy divertidas de la reina de Inglaterra. La ha convencido