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152 STELLA espectáculo que contemplaba por prime- ra vez,

Hastaentonces no había conocidomás aibo- zada que las que deshacen las mesas de juego.

—Cómo le gustan 4 Alex los hombres, dijo Micaela malignamente, mientras la joven subía á sus habitaciones con aire de laxitud y de preocupación, después de hacer un salu- do general.

Máximo la oyó.

— ¿No te quedas á tomar algo con nos- otros? le preguntó misia Carmen al ver que se marchaba.

—No, estoy muy cansado; pero les dejo un consejo, mis hermanas; más cultura y más bondad. .

Sentados todos alrededor de la mesa, co- mían y chaxlaban. Isabel con expresión de contrariedad, misia Carmen de preocupación- Enrique de indiferencia, Ana María de sue- ño y de contento. Con la cabeza recostada sobre la mesa mascaba sus tostadas y sus dulces, y miraba la escena pasada en la te- rraza.

—¿Cómo mos hemos divertido, nena, eh? dijole Alberto, sentado frente á ella. ¿Cuántas infidelidades. . .. Cuántas?

—Te juro que ninguna, le contestó con viveza,

—¿Cuántas, cuantas... .?[¡Desgraciado! ¡A este paso, pobres, pobres, las «provincias unidas del Sudb>