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Página:Duayen Stella.djvu/174

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168 STELLA

Don Samuel bajaba la escalera en una sen- sación de vanidad satisfecha, conduciendo á la mujer más admirada por entre una doble fla dejóvenes á la moda. Profundos saludos recibían los dos al pasar.

¡Cuántos veía entre ellos Alex, que habían murmurado palabras ansiosas á sus oídos; que la habían mirado suplicantes!

¡Cuántos veía entre ellos su acompañante, encanecido, que habían murmurado palabras ansiosas también 4 sus oídos, que lo habían mirado suplicantes!

Ella, olvidada, respondía, amable, á sus saludos. Élsaludábalos disimulando naa son- risa de lástima desdeñosa, y de suficiencia, porqueiba pensando: «Este tiene un venci- miento mañana.... Aquél me pedirá una renovación el sábado... á aquel otro no se le puede esperar más:

Había una alegría en el aire que se co- municaba 4 los que lo respiraban. Los macizos sembrados en la pelusa habían fo- recido, la atmósfera estaba trausparente y tranquila. Un paisaje encantador al frente — un pequeño prado esmeralda, una pe- queñísima ondulación, la nube vaporosa y rosada de un montecillo de duraznos en for—cortado por la línea azul sin curvas del horizonte. in discusión, la rosa es la reina de las fores, dijo Alex que veía mecerse una en la rama de su planta.