16 STELLA
Fué un relampago. Máximo, María Luisa y Elena lo vieron sin embargo, y quedaron convencidos que las flores fueron el pretexto, Isabel quedaba detrás; nada notó.
—¿Alex, quiere que vamos, y también usted, Isabel? dijo Dina. Convenido, señor Montero; lo esperamos á usted á comer.
Sin dar tiempo á que otros contestaran, hízolo Alex.
—Yo tengo otra combinación, que es la que ruego se acepte. Isabelse va con usted, yo cedo mi asiento á Montero, y me vuelvo <on los de casa, No me siento bien, creo que he recibido el trancazo yo también...... Sí, Dina; es verdad, estoy con escalofríos y dolor de gargaíta.... Además, mi Stella me reclama.
Salieron del comedor para tomar los ca- truajes. Montero dió su brazo 4 Isabel son- riendo á Alex, á la que acompañaba Mon- tana; Máximo á Dina, Nordolj 4 Eleva, Enri» que á Clarita.
Alex se detuvo de pronto y estirando su mano preguntó con un interés vivísimo:
—¿Quién es aquella señora de vestido cre- ma y sombrero punzó que se aleja del brazo de un caballero?
—Es Santitos Perez, le contestaron.
Una empción tan honda la conmovía, que sólo después de un momento pudo decir, con voz humedecida y trémula:
—Así, ven, así era mamá. ...Es su figura, sus ojos, su aire y su gracia,