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STELLA 28

—Bueno, recoger, lo mismo da.

—No, no es lo mismo.—Y señalando 4 los pobres:, Aquellos niños recogerán lo que usted les arroja el día que haya llenado su- fcientemente sus bolsillos para que alcance también para estos otros,—Al decir esto, su mano le indicaba á sus sobrinos,

—¡Touché! replicó él, que notó recién el sentido de sus palabras y de su acción.

Los discípulos habíanse mezclado mueva- mente para jugar, olvidados de sus lujos y de sus harapos; bien lejos de ellos, por cierto, de la cuestión social

—¿Y mi tío, dígame la verdad, Máximo, cómo está mi querido tío? preguntó Alex.

—Ya mejor, su querido tío.

—No me oculte la verdad, se lo ruego. Los demás dicen que está mejor, pero las cartas de Emilio no me tranquilizan. Hace dos meses que estamos aquí, y me sentiría tan bien sin esa torturante preocupación.

—Créame, Alex, Luis va bien. No las busque mayores ¿quiere? Ha tenido dema- siadas usted ya, contestó en un tono de afectuosidad, y como temiendo que sus pala- bras se apoyaran demasiado en un punto doloroso.

La joven levantó sus pestañas, temiendo también una intención en esa alusión á do- lores tan cercanos que eran todavía pre- sentes, pero vió en el «viejo tío», como solía llamarle, un alma amable que la tranquilizó.