STELLA 235 No podía explicar de otro modo su enter miento.
Uno may grande empezó 4 abrirse paso enel pecho desu hermana, Entraba en él, son todas las caricias, los juguetes, los mi- ios, las generosidades, las solicitudes, las delicadezas del «padrino» para la Adorada; y con esa impresionabilidad que la hacía tal cualera, dijo con ganas de llorar como ella. y como continuando una conversación que no había empezado:
—...Debo recordar también, que si yo he derramado muchas lágrimas en esta tierra; Stella no ha derramado ninguna.
El, igualmente impresionable, se conmovió.
—¿Amigos, Alex?. .... ¿Amigo también yo? preguntó al rato 4 le joven.
— Camaradas; muy buenos camaradas, «viejo tío» contestóle, con una sonrisa. Ami- gos todavía no.... Todavía no, continuó más dulcemente aun, porque no nos conoce- mos lo bastante; usted conoce muy poco de mis defectos, yo muy pocas de sus cualidades. Y la amistad la entiendo sólo muy probada y muy indulgente. Como algo muy serio, muy grave y muy dificil, Dificil de sentir, dificil de obtener, difícil sobre todo de con- servar. Encuentro que es un sentimiento que sólo puede perdurar sobre «na base: la iutua confianza. Y nosotros nos desconfia- mos... sí, viejo tío, nos desconñiamos toda- vía. No olvide que hace un momento éra-