EJ STELLA omad pe aseja “eran, 100 9 105 1109 '9quaw alazán del niño, junto al caballo del patrón, recorrer el campo.
A los doce años ayudaba ya á su padre en el rado trabajo, lo substituyó cuando su cuer- po reclamó el reposo; lo heredó más tarde,
A los treinta, era un hombre de regular inteligencia, ninguna instrucción, genio vio- lento, moral sana hasta el candor, gran co- razón. s
Enérgico, exigente como patrón, era un buen amigo fuera de las horas de trabajo. para sus peones, que lo respetaban y lo que-
La niña con quien casó—Ana Sagasta— muy joven, muy bonita, muy bondadosa, muy abnegada, muy amante, que tenía esas inspiraciones y previsiones del corazón, que pueden reemplazar la inteligencia eo la mu- jer, lo hacía feliz; y él, que sólo conocía las horas alegres de los bailecitos de campo, y las que iba á buscar, de tarde en tarde, á la ciudad, aprendió en ella la alegría, la íntima, la de buena ley, que nace de la satisfacción de nuestros sentimientos, y no de la de nuestros apetitos.
Jamás la oyó quejarse por el aislamiento en que vivía; el aislamiento de una estancia hace cincuenta años!-—nunca faltó en sus la- bios para recibirlo, al regresar del trabajo la sonrisa que borra todas las fatigas.
Después del nacimiento de su tercer hijo,