Página:Duayen Stella.djvu/323

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STELLA E) taron á lajoven, cuya opinión para ellos era irrevocable.

—No, mis hijitas; será blanca y rubia como. sus muñecas—les contestó, sopriéndoles ma- ternalmente, y continuando después su charla con Dolores,

—Yo quiero que vengan papá y mamá, pe- ro no Isabel, dijo de pronto la Perla, con su tono autoritario; vendrá á mandar y á pelear.

—Yo quiero que venga también Alberto, dijo Miguelito; es tan divertido! jue venga papá, pero no mamá, re- funfuñó Julito con aire de despecho antici- pado. Papá siempre está contento y nos ha- cejugar, pero mamá tiene miedo á todo... ¡y cansa mam:

—¡/ diós caballo y adiós pesca! dijo Migue- lito para hacerlos rabiar.

—i¡Si, como mo; gritó la Derla, quiere nos llevará!

h, sí! cuando el padrino de la Perla quiere una cosa, nadie le dice que no.

Esta sentencia cayó en el silencio dle todas estas vocecitas, como sucedía siempre que Stella hablaba, En su adoración por su pri- ma, á la que creían un niño superior y distin- to átodos los otros niños, tomaban como oráculo sus apreciaciones de las personas y delas cosas. Una alabanza de Stella, era una consagración; una crítica, una condenación.

Un perrito ordinario y feo, que no había conocido sino los puntapiés de los mayores,





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